"... los maestros deberían aprovechar los momentos de libertad y juego de los chicos para observarlos, ver los aspectos de su carácter y las actitudes que normalmente en clase no se revelan. (...) no para usarlas contra ellos, sino para conocerlos más".
"Los chicos tienen que llegar a la escuela con los bolsillos llenos, no vacíos, y sacar sus conocimientos para trabajarlos en el aula. (...) El trabajo empieza dando la palabra a los niños. Primero se mueve el niño; recién después el maestro. El maestro tiene que conocer lo que saben los niños antes de actuar, porque si se procede antes, seguro hace daño. (...) Si fueran escuchados, los niños podrían llevar a la escuela su propio pensamiento. Lo normal es que un niño que tiene una inteligencia práctica, hábil con las manos y que puede desarmar un motor, para la escuela no vale nada. Vale sólo si sabe elaborar lógicamente datos. Esa
clasificación no tiene sentido. Esa actitud selectiva, de que hay pocos lenguajes importantes y de que los demás no valen nada, conducen al niño al fracaso".
"La escuela utiliza la
desconfianza y eso produce una evaluación negativa basada en lo que el chico no sabe hacer. Apoyándose sobre lo que sí sabe hacer bien, la escuela debería motivarlo a recuperar y a ganar lo que no tiene como una conquista. (...) La escuela
transmisiva supone que el niño no sabe y va a la escuela a aprender, mientras el maestro enseña a quien no sabe. Esa es una idea infantil, que piensa al niño como un vaso vacío, mientras el maestro vierte conocimientos que llenan al niño gradualmente. (...) El niño sabe y es competente y va a la escuela para desarrollar su saber".
"La escuela debe ser capaz de leer la realidad concreta que rodea al niño. La geografía es la de su barrio; la historia, la de su familia".
"El nacimiento de las democracias
occidentales y el desarrollo industrial exigen de la escuela una formación elemental, una alfabetización masiva. Lo exigen porque, si la democracia significa gestión popular del poder, cada ciudadano podrá participar en ella en la medida en que se disponga de instrumentos para informarse, expresarse, discutir".
"La escuela no cambia, continúa siendo de complemento, permanece la selección aunque desplazada hacia los niveles superiores, los institutos, las
universidades y el trabajo; sube el porcentaje de analfabetismo funcional, es decir, el número de los que nunca utilizan los instrumentos culturales más elementales propuestos por la escuela: la lectura y la escritura".
"El problema es más profundo y continúa latente bajo las diversas formas estructurales y
metodológicas: la escuela de todos no se ha convertido en la escuela para todos".
"Ahora que todo el mundo va a la escuela son muchísimos menos los que pueden encontrar en su familia las necesaria bases-modelos culturales".
"Una escuela que quiera ser realmente una escuela de todos y para todos, debe preocuparse por ofrecer a todo el mundo aquellas bases, aquellas
motivaciones, aquellos modelos culturales imprescindibles para construirse un patrimonio de conocimientos, de habilidades, de competencias".
"
Paradójicamente, podríamos afirmar que tienen éxito en la escuela los que no la necesitan. La escuela, que debería contribuir a introducir la igualdad entre los ciudadanos, por el contrario alimenta las diferencias".
"En la institución escolar no ha cambiado nada porque se ha dejado
completamente al margen de este proceso de transformación a los profesores".
"Nuestra escuela hoy vive
prácticamente en la "ilegalidad", en la incapacidad de aplicar sus propias normativas y con el temor de que aparezcan otras nuevas, aún más avanzadas".
"Una reforma real de la escuela debería nacer de los que trabajan en ella, como exigencia de nuevos niveles profesionales, para la
construcción de los cuales deberían utilizarse todas las energías actualmente disponibles".
"Un proyecto que mire hacia el futuro, hacia el siglo
XXI, debería examinar tres aspectos: a) El papel de la escuela y su relación con la realidad del exterior; b) El método escolar: relación enseñanza-aprendizaje; c) El docente: su función y su formación".
"La escuela asume el papel de entidad educativa por antonomasia, amplía su duración y multiplica objetivos y actuaciones. Las familias piden a la escuela que dé más y que compense las deficiencias familiares y sociales. La escuela se convierte es un lugar de
sociabilización, de recuperación, de terapia..."
"El profesor no es el saber sino el mediador del saber".
"La escuela disfruta de la diversidad. Los puntos de vista distintos constituyen el motor indispensable de la acción educativa: ponen de manifiesto contrastes o
contradicciones, solicitan
comparaciones progresivas y
profundizaciones posteriores".
HERMOSO VIDEO"Los alumnos deben participar en la gestión escolar", dice TonucciPara mejorar la educación no hay que sancionar nuevas leyes o reformar los programas sino darles más poder y responsabilidad a los alumnos. Eso sostiene el prestigioso pedagogo italiano
Francesco Tonucci, que aconseja tener “mejores maestros” pero, sobre todo, poner a los alumnos en el centro de la escena y delegarles tareas y derechos que puedan tener impacto, incluso, en el gobierno escolar.
Invitado por el Consejo Superior de Educación Católica (
Consudec), donde expuso sobre “La función de los niños en estos tiempos de crisis”, trajo una vez más al país sus renovadas ideas, que intentan vincular más
directamente lo que pasa en la escuela con la vida cotidiana.
Sostiene, así, que “si los niños participan activamente en la gestión y en la toma de decisiones escolares, como la estipulación de las reglas que se aplicarán en los recreos, el niño no se sentirá esclavo, sino un ciudadano libre y soberano, uno de los objetivos que debe perseguir una escuela democrática”.
“La escuela no puede destruir lo que el chico sabe”, dijo
Tonucci, en diálogo con LA
NACION sobre los modos de aprendizaje más
aconsejables en el aula, entre los que el pedagogo italiano incluye el
divertimento. “Leer libros en voz alta a los niños es uno de los tiempos mejor utilizados en la escuela", sostiene este educador y dibujante, de 66 años, licenciado en Pedagogía en Milán y cuyos libros Con ojos de niño , La ciudad de los niños y Cuando los niños dicen ¡Basta! son de lectura obligada entre quienes conservan la pasión por enseñar.
Fuente :LA NACIÓN