miércoles, 3 de febrero de 2010

ENSEÑEMOS A VOLAR


El águila forzaba gentilmente a sus pichones para acercarlos al borde de su nido... Su corazón trepidaba con emociones en conflicto. “¿Por qué aprender a volar tiene que comenzar con el miedo a caer?”, pensaba ella. Esta ancestral pregunta continuaba sin respuesta aun.
De acuerdo con la tradición de su especie, su nido se hallaba muy alto, sobre la saliente de una escarpada pared rocosa. Abajo no había sino aire para dar soporte a las alas de los pichones.!
“¿Será posible que esta vez no funcione?”, pensaba ella.
A pesar de sus temores, el águila sabía que había llegado el momento. Su misión como madre no estaría completa a menos que se animara con esta tarea final: darle el empujón a sus polluelos.
El águila sacó coraje desde su sabiduría innata. Sabía que hasta que ellos no descubriesen sus alas, no habría propósito para sus vidas. Hasta que no aprendieran cómo remontarse, no podrían comprender el privilegio que significa haber nacido águila.
El empujón era el mejor regalo que ella les podía ofrecer. Era su supremo acto de amor.
Y así fue que los fue empujando uno a uno..... Y ellos volaron sin problemas! Sólo necesitaban de ese empujón

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